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martes, 21 de febrero de 2012

Dar la vida y el alma a un desengaño,

Hola. Sí, soy yo... quien se escapó de tu vida hace unos años. Espero que no rompas esta carta antes de leerla, tampoco hace falta que me contestes; sólo quiero que la leas.
Todo empezó aquel catorce de febrero en el que recibí un mensaje al móvil: "Dentro de unos minutos estaré ahí, contigo". El mensaje era anónimo, pero sabía que eras tú. Sólo te quería ver a ti. Tantas cosas teníamos que decirnos, tantos besos nos debíamos... Recuerdo que diez minutos después empecé a escuchar unos golpes en la ventana. Me asomé y te vi con pequeñas piedrecitas en la mano. Después de un largo minuto mirándonos a los ojos. Me viste llorar por primera vez. Bajé corriendo a abrirte la puerta y me abracé a ti con tanta fuerza que casi te caes, pero no te importó. No te importó que mojara tu camiseta con mis lágrimas, tampoco que te pegara mientras acariciabas mis labios. Te besaba con rabia. Aún así, recuerdo que besabas distinto, que me agarrabas la cara con tanta fuerza... como si te arrepintieses de algo. No sabes lo duro que era sentir que entrabas otra vez a los sitios más profundos de mi corazón; simplemente con tres besos y una sonrisa.
Pero me negué a volver a enamorarme de ti y me marché. Desaparecí. Y no supiste nada de mí, hasta ahora que estas leyendo esto dos años después. Quería pedirte disculpas por no contestar a tus tropecientas llamadas y mensajes. No me veía capaz de escucharte, sabía que si lo hacía te confesaría el lugar en donde estaba y qué era lo que sentía por ti. Pero como tú bien sabes, mis sentimientos siempre fueron un secreto. Lo siento... 

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