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domingo, 13 de noviembre de 2011

Querido diario,

parece ser que hacía bastante tiempo que no te escribía. Bueno, hoy escribo porque quiero compartir contigo mis sentimientos, como es normal. En realidad no sé exactamente como me siento, podría ser... ¿especial? Bueno, tal vez. Es la única palabra que veo capaz de describirlo. Y ahora preguntarás por qué me siento así...
Pues la respuesta tiene nombre propio pero dejémoslo en él, mi romeo. Los días con él me hacen sentir así.
Hoy, decidimos ir a dar un paseo al muelle. Ya entrada la noche, mientras el sol terminaba de desaparecer, nos sentamos en el borde, con las piernas colgando, viendo las olas romper.
Los barcos pasaban y el momento se iba haciendo cada vez más romántico. La brisa del mar me hizo temblar pero él me abrazó y volví a sentir calor. Gracias, le dije, pero mirándome a los ojos dijo: "No las des, una mujer tan preciosa como tú no debería pasar frío".
Allí abrazados, pasamos las horas sin decir nada. Pero nuestras miradas mantenían una interminable conversación. Nos tumbamos para mirar al cielo, yo apoyé mi cabeza sobre su pecho y pues mi mano sobre su corazón. Después, cerré los ojos. Sin apenas darme cuenta pasaron los minutos, sentir el latido de su corazón me había hecho perder la noción del tiempo. Cuando quise darme cuenta la luna ya estaba sobre nosotros. Miré para arriba y allí estaba él, con los ojos cerrados al igual que yo. Repté por su pecho hasta llegar a su oído y dulcemente le susurré: "te adoro". 

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